Yo diría «Eso ya me lo sé», pero poniendo vocecita de imbécil… «esho ñia me lo she…»
Te quiero recordar cuando te toca contar un chiste en la cena, y claro… no te sabes ninguno. Que es mentira. Lo que pasa es que no te acuerdas.
Lo incómodo llega cuando el siguiente empieza a contar un chiste y a ti se te escapa un «sí, me lo sé!». Te tengo que poner vocecita de imbécil otra vez «aaay… shhi, ñyia me lo shhe…!!!». Efectivamente: quedas como un capullo.
Pues lo del chiste es sólo un aviso para cuando te crees que ya te sabes algo y vas a decir, «ñyia me lo shhe…», que mejor te calles, abras las orejas y cierres la boca un rato.
Apliquémoslo al crecimiento personal.
Te lees uno de esos libros de mierda que te cambian la vida y sales ahí a respirar aire puro de tu nueva vida que hasta huele a mentol, coño!. Eres un hombre nuevo!. Te vas a comer el mundo.
Si. Te vas a comer lo que yo te diga.
Por un maldito libro que te leas, entre tú y lo que pone el libro hay infinito menos uno de distancia.
Que la voluntad, la entrega y las ganas que le pones tienen su efecto, pero no te crear que ya tienes digerido el libro. No.
Estás un poco de subidón, pero tranquilo que en diez días vuelves a ser el vecino de tu calle de toda la vida.
Algo habrás cambiado. Sí. Pero quiero ahí parao, Tarzán. Que te va a comer el león.
Desde el día que abres el primero de esa mierda de libros que te cambian la vida hasta que realmente cambias para mejor, para un tiempo. Un tiempo considerable. Y no sólo por leer libros, sino por todo un proceso paulatino de mejora del que tú debes ser, en la medida que puedes, parte activa.
Ese proceso es complicado. Lento. Costoso. Lento. Difícil. Y lento.
Del mismo modo que cuando un ortodoncista que deja los dientes bonitos donde él quiere, si los dejas, con el tiempo vuelven a su sitio irregular. Así mismo es como tu subconsciente te lleva de la euforia del libro que te cambia la vida, a ser el que siempre fuiste, Pepito el vecino que vive en tu casa.
Una cosa es leer.
Otra cosa es aplicar.
Y una mucho más complicada es cambiar, para ser quien quieres ser.
Y en ese proceso tenemos la mala costumbre de decir o pensar «Eso ya me lo sé».
Sí. Ya te lo sabes. Pero por mucho que te lo sepas, tu subconsciente original sigue y seguirá tirando de ti para atrás, a volver a ser el que fuiste antes de eso que ya te sabes.
Somos nuestros genes.
Nuestros genes se crearon en un entorno de selección natural, adaptación y supervivencia entre amenazas y peligros.
Nuestros genes están diseñados para protegernos, recluirnos, temer, desconfiar, y simplemente sobrevivir.
Si no trabajamos constantemente, día a día en educar nuestra mente, nuestro subconsciente, nuestra propia naturaleza por pura inercia nos llevará poco a poco, o no tan poco a poco, a ser lo que nuestros genes son.
Por eso el «Ya me lo sé», es una mala costumbre.
En mi caso, repito libros. Repito formaciones. Repito aprendizajes que ya me los sé. Pero aún no soy así. Me lo sé, me acuerdo, lo entiendo, pero aún me tengo que proponer ser así para serlo, aún no soy yo, y mientras no sea así permanentemente, que seguramente eso no ocurrirá nunca, si quiero mantener mi mente con una perpectiva para un mundo actual y empresarial, y no para el mundo de la pura supervivencia, debo mantenerme en forma expuesto a lo que quiero ser, una vez tras otra, hasta que consiga, sin pensarlo, ser así.
Por eso yo repito, aunque ya me lo sepa.
Afortunadamente tenemos internet y servicios como el mío, con los que no hace falta que seas así ni esperes llegar a serlo para que te monte une tienda web como las mejores. Y que funciona sin que te vean.