☠️ El miedo al fracaso

El miedo es uno, pero se nos presenta en muchas formas.

Aparecemos en este mundo, y cuando nos queremos dar cuenta ya somos unos proto-adultos formados para trabajar para un tercero. Eso es lo que somos.

Es raro el niño que es educado desde pequeño en el emprendimiento.

Todo lo contrario: Siéntate como todos, cumple los horarios, obedece al profesor, entras a tu hora, sales a tu hora, has lo que se le antoje al profesor, incluso soporta a tus compañeros. ¿Te suena?.

Con esa base es absolutamente normal que muchos pensemos en salir de ese entorno lo antes posible, pero también es absolutamente normal que sintamos el miedo al fracaso porque realmente nuestra formación para afrontar el emprendimiento es precaria. En muchas ocasiones nula. Cero. Nada. Ahí te apañes… Y así nos va.

Salimos del entorno jefe, y entramos en el entorno clientes.

¿Para qué?.

Para seguir comportándonos como trabajadores.

Seguir comportándonos como trabajadores implica vivir con el miedo permanente al fracaso.

El fracaso y la muerte, están al mismo nivel.

En nuestra mente.

Porque somos empresarios intrusos: Nos hemos metido a ser empresarios sin ser empresarios.

El empresario sabe gestionar el fracaso. Nosotros no.

Ellos se lo tienen permitido. Nosotros no.

Ellos saben salir adelante después de haber fracasado, incluso salir adelante de nuevo en le mismo sector. Nosotros no.

Porque nosotros aun no sabemos cómo manejar a nivel subconsciente el fracaso, ya que para nuestra mente el fracaso no está permitido.

¿Por qué no está permitido?.

Porque cuando oímos «fracaso», estamos oyendo «muerte».

Falta de recursos, pobreza, exclusión de la sociedad, deshaucio, hambre, muerte… Es una visión exagerada, pero es la visión que llevamos incorporada «de serie». Propia de unos tiempos remotos que ya no existen.

No puedo decirte en un email cómo gestionar el fracaso.

Tampoco voy a contarte todo el beneficio que podemos sacar de un fracaso, que en muchas ocasiones supera al del propio éxito.

Te voy a hablar de la peligrosa zona del «ni si ni no».

Del «vamos tirando».

De «la cosa está jodida, pero ahí estamos».

Del «estamos en pérdidas, no podemos seguir así».

Del «A ver si el mes que viene remontamos».

Ahí está el verdadero problema actual del miedo, en ese puto infierno.

Mientras señalamos al fracaso de quienes caen cascada abajo, nos olvidamos de que la mayoría estamos al borde de la cascada, dando todo lo que tenemos por remar y remar y remar a ver si algún día la corriente disminuye su fuerza y podemos salir de ahí.

Esa situación es un fracaso enquistado. Es todo un fracaso, pero que se muestra lento, suave y paulatino, sin que nos demos cuenta, porque como «los números no son lo nuestro«, simplemente seguimos adelante.

No sólo se lleva nuestros recursos, sino que lo hace poco a poco, para que no nos demos cuenta, hasta que ya no tengamos más opción que seguir remando hasta que la cascada nos lleve por delante.

¿Te suena, verdad?. Y no es fácil salir de allí.

Tampoco fue fácil dar el salto y montar tu empresita, y lo hiciste.

En este caso llevamos, como es normal, el miedo a fracasar en formato «trabajador», que nos hace comportarnos como si el fracaso no fuese una opción. Pero lo es.

Llevamos nuestra empresa como nuestra propia vida.

Esto incrementa la percepción del fracaso como muerte.

Si mi empresa es mi vida, cuando termine mi empresa, termina mi vida: Eso no puede suceder.

Tu empresa no es tu vida. Es una maldita empresa de mierda. No te ofendas. Lo es. Pero como para ti es tu propio ego en forma de sociedad te lo tomas a mal. Pues así estamos, media España jodidos remando al lado de la catarata.

¿Viste la saga Star Wars?. Pues deberías verla y recordar uno de los mantras de los caballeros Jedi: El desapego. (Que te la sude todo. ¿?Te suena?)

El desapego quiere decir que si la empresa se va a la mierda, pues que se vaya, que yo me quedo y veo cómo se va. ¿Es agradable?. No. Pero es posible.

El objetivo es separar la empresa de la vida de su propietario. Y si se cae, que se caiga.

Para evitar el miedo a la muerte que nos genera esa caída al precipicio, hay que preguntarse: ¿Qué pasaría si cierro?. Pero de verdad.

Debemos asumir que eso va a suceder, que es una opción de salida, y valorar y medir las magnitudes de ese escenario.

Una vez mides lo que te parecía infinito, lo ves como una posibilidad. Cuando valoras esa posibilidad, el miedo empieza a desaparecer.

Cambiar el miedo a la muerte, por el miedo al dolor.

Ese que los valientes sí pueden superar. Y de eso sí que sabes.

«Dios mío no me des una vida fácil. Dame fuerzas para superar todas las dificultades que me quieras enviar.»

Dentro de cien años todos calvos.

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