Los profes me tienen manía.

Mi hija no es, precisamente la niña más adorable del mundo.

Es de esas niñas que en el confinamiento estaba tan a gusto esperando a ver si por fin se extinguía la humanidad.

Tiene que aprender sobre relaciones sociales, pero lo va a tener difícil, aunque una vez quitas esa capa dura, tiene la mayor densidad de bondad que un humano pueda soportar.

Por suerte o por desgracia, es extremadamente pragmática y con un sentido profundo de la justicia y de lo correcto. No sé a quien habrá salido…

No soporta los defectos humanos, no soporta la mediocridad, no soporta el engaño, no soporta la farsa, lo obsceno, la vanidad. Y sobre todo no soporta el adiestramiento ideológico que sufren en las aulas. Está aprendiendo a ser contestataria y a reclamar lo que considera que es justo reclamar.

Los profesores son funcionarios y socialistas.
Todos no. Cierto. Los que no lo son, son la excepción que confirma la regla.
Funcionarios porque son de la época que primero probabas empresariales, si no te daba la nota te ibas a psicología, y si no te daba la nota, te ibas a magisterio, que sólo pedían un cinco pelao. Pues esos del cinco pelao son sus profesores. Funcionarios, y como no dan pa más, pues socialistas.
Ya te puedes imaginar. Mi hija no es su favorita. Más bien no.

La tía aun no ha aprendido que no debes dedicar tiempo y energía a donde está más difícil sacar provecho, pero ya sabemos que el sistema de adiestramiento regulado les enseña todo lo contrario. Están enseñando a los niños a perder el tiempo en la mierda.

Quizás por eso se empeñó en sacarse un 10 en literatura con la presentación y desarrollo del trabajo que tenía que presentar, sobre de la Divina Comedia.

La verdad es que el resultado era de diez, y eso que yo siempre soy muy crítico con ella. Yo soy el cabrón que cuando viene con un ocho la mando a estudiar hasta que se aprenda los dos puntos que le faltaron. Esta vez era un trabajazo.

Comparándolo con un trabajo de una amiga suya, que había tenido más de un 9, el 10 estaba hecho.

Sin embargo, en mi tarea de padre y como tal acompañante de niños en su proceso de convertirse en adultos, le pregunté. ¿Qué nota considerarías ofensiva?. Ella me dijo que cualquier cosa por debajo del 9. Respondí: «Pues prepárate para reclamar lo que consideres justo. Pero hazlo.»

Hoy ha llamado indignada: Un siete.

Lamento que mi hija tenga que soportar lo que le sale del coño a una funcionaria mediocre y resentida, pero por otro lado me alegro.

Se acaba de tragar un latigazo de realidad, de un mundo en el que la justicia nos la inventamos nosotros y la bondad escasea. Pero eso está bien.

Si hubiese sacado un diez, habría saboreado el placer momentáneo de la vanidad. Absolutamente inútil, salvo para endulzar el ego. Es verdad que refuerza la autoestima, pero eso hasta cierto punto es una alteración de la percepción de la realidad.

Si te dan un siete y además de forma injusta, automáticamente elevas el techo de tu nivel, y sabes que si te pones de verdad puedes hacerlo incluso mejor. Te sientes preparado para mejorar lo que hiciste. Es en este sufrido proceso, y no en el de la medallita, donde se encuentra realmente la verdadera superación, te dediques a lo que te dediques.

Son esos agentes externos que te acompañan en tu camino para ponerte un pincho en el culo los que te hacen romper tus límites y exigirte a ti mismo un nuevo nivel mínimo.

En nuestro caso es más jodido. Ya no estamos jugando con profes. Estamos en la guerra real, donde nos jugamos nuestra libertad. (dinero = libertad). Aquí es donde de verdad jode, por eso quiero que toque el cielo y el infierno ahora que no se juega los cuartos, y que se haga dura. Todo lo dura que haga falta. Me la suda las gilipolleces sobre impacto emocional o felicidad en la adolescencia. Si supiera lo que se le viene encima me entendería, pero no puede, no está lista para procesar eso. Aun no.

Y lo prefiero así porque en esta vida puedes vivir una juventud maravillosa, y pasarte el resto de tu vida trabajando.

O puedes esforzarte al máximo durante esos años, para luego vivir de puta madre.

Va por buen camino. Al menos en ese sentido sí. No seré yo quien vaya a reclamar nada al profesorado. Estos que la quieren joder, la están haciendo fuerte. ¿Te suena?.

Pronto crecerá y empezará a jugar con dinero.

En cuanto se inicie en una actividad económica, le voy a vender la mejor tienda online para que gane dinero vendiendo por internet.
Si, si. Se la voy a vender. Si no la paga, no es merecedora de ella. Si se enriquece que sea por su propio mérito y de forma justa, sino cuando yo suelte el apoyo, se le escapará de entre los dedos.
Afortunadamente, esa misma tienda online la podrías tener tú y sin pagar, en «fase beta». ¿A que mola la idea?.

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