Muchas de las cosas que hacen que esos cabrones a los que parece que todo les va bien, les vaya tan bien, es lo que hacen.
Si a otro le va bien, no es por la suerte, aunque puede que tenga suerte, no es por su familia, aunque puede que sea de buena familia, no es porque sea guapo, aunque puede que así sea.
De hecho, te diré algo que va contra la tendencia actual del «oh, si, tú puedes».
Ser guapo, nacer en familia de pasta, y tener suerte ayuda. Ayuda un cojón. Es lo que hay.
Así que nosotros, los feos, gafes de familia pobre, tenemos que creernos que eso no importa.
Pobres de nosotros.
Bueno, ¿Y qué?.
Será más difícil, pero no imposible.
Porque hay gente guapa, con suerte y de buena familia que no le va tan bien, sino que se arruinan, incluso con su buena suerte.
Por lo tanto, aunque todo aquello ayude, lo que tienen en común todos aquellos que ya no se preocupan por llegar a final de mes, ni si quiera se preocupan por el dinero, es que hacen cosas en común.
En este caso no me refiero a cosas técnicas, que también, sino a cuidar sus hábitos.
Te acabo de decir que lo que hace que al que le va bien le vaya tan bien son los hábitos.
Los hábitos es todo aquello que ha conseguido convertir en costumbre, y por lo tanto ejecuta sin apenas gasto de energía y si tener casi que pensar, porque no se trata de lo que quiera hacer, se trata de lo que es esa persona, y según lo que eres así son tus hábitos.
Aunque sea lo que nos guste escuchar, o leer, no hay un sólo hábito mágico que sea el punto de inflexión y clave hacia el éxito. No. NI mucho menos. Más bien todo lo contrario.
Son una serie de hábitos de los cuales, cada uno de ellos que no tengas, te va a perjudicar enormemente en tu desempeño.
Hoy toca hablar de uno de esos.
¿Por qué?.
Porque estoy en la oficina que tengo en casa, donde metimos las cosas del garaje al irnos de viaje, y semanas después, aun sigue teniendo pinta de trastero.
Y eso que he desarrollado acciones nuevas de márketing que requieren de ganas y dedicación, pero ahí siguen más cosas de las que deberían.
Así que a modo de cuchillo de palo en casa de herrero te digo que, aun con mi cuchillo de palo, ¡Qué importante es el impacto que causa el desorden en la mente!.
Debo llegar a mi tarea, sentarme, tener las ideas bien claras de qué hacer y cómo hacerlo.
Sería así si encontrase una mesa despejada y mis artilugios electrónicos indispensable estratégicamente camuflados.
Tú sabes aquello de «mens sana in corpore sano»?. Pues mens clara en escritorio ordenado. Fuera coña. Es así.
De modo que, aun sabiendo que soy el herrero con cuchillo de palo, te lo escribo por si tenías dudas, pero también para verme reflejado, para espolearme y dejar mi oficina como para comer en el suelo, limpia y despejada.
Creo que la diferencia será importante, y notaré que mi concentración se multiplica.
¿Crees que llegará a tanto?.
Pues si lo crees, empieza despejando el tuyo, y luego comparamos.