Sin miedo a la robotización

Un e-commerce (leído icomers), una tienda online (leído onlain), una tienda Web, una tienda en Internet, no es ni más ni menos que una tienda.

Hay quien podría pensar, que bueno, que realmente es solamente el escaparate de una tienda puesto en internet.

Son puntos de vista.

Yo pienso que una tienda en la calle no es ni más ni menos que un escaparate de una tienda web puesto en un local comercial. Que se lo pregunten a los que venden gafas hawckers.

El caso es que ambas son tiendas. Ambas tienen escaparate, y ambas están diseñadas, (o deberían) para conseguir la venta del potencial cliente y más aun del cliente recurrente.

La principal diferencia radica en que el motor de una tienda en un local comercial son las personas. Una o varias. Las que abren la puerta, las que atienden, las que cobran, y las que cierran la tienda.

En la tienda Web, el motor es una computadora.

¿A dónde quiero llegar?.

Al miedo atroz de la sociedad a que lleguemos a un mercado laboral dominado por robots que nos echen a todos a la calle.

El pobre animalico miedoso que llevamos dentro se mueve, principalmente, en función de sus miedos. Y en esos miedos ve un futuro negro de gente muriéndose de hambre mientras una élite de ricos viven de los robots.

Esto, para el guión de una película sin muchas aspiraciones, vale. Para nada más. Bueno, sí. Vale para asustarlos a todos ellos, pero este escenario no es ni real, ni posible por motivos muy simples: Las grandes empresas lo son por vender sus productos y servicios a todo el mundo, a las personas normales. Si la mayoría de las personas se ven privados de su dinero, las grandes empresas se irán a la quiebra, porque no tendrán clientes.

Esto obliga al mercado a reinventarse constantemente. No os preocupéis mis temerosos borreguitos. Habrá mercado para todos. Siempre pasa: En la medida que la tecnología saca mano de obra de un sector, genera demandas nuevas , empleos nuevos, incluso sectores nuevos donde haremos falta.

Es más, a modo de creencia personal, estamos destinados a un mundo en el que el trabajo como lo conocemos desaparezca, y el crecimiento intelectual del individuo en su grupo será lo que lo sustituya, pero eso no es más que un sueño idealizado.

Lo que sí es real, es que ya hace años que las tiendas de personas han sido sustituidas por tiendas online movidas por computadoras, sin que eso haya repercutido negativamente ni en el empleo ni en el sector.

Donde antes había más dependientes, ahora hay más repartidores a domicilio, más teleoperadoras, más programadores y gestores web.

Eso mismo es lo que pasará en el resto del mercado.

El único peligro es el mismo que sufrimos ahora: La clase política.

Hay unos señores y sus amigos, y sus amigos son más de los que te piensas, que viven en una vida paralela, sin preocupaciones, con el dinero de los demás, sin eficacia alguna en el desempeño de labores que en la mayor parte de los casos son ficticios, y si mayor trabajo es buscar cómo dilapidan el dinero que les han dado para que el año que viene les den lo mismo o más.

Estos señores son los primeros interesados en que nosotros, pobres borreguitos del rebaño, sigamos obedeciendo al todopoderoso miedo, porque saben que así somos muy fáciles de guiar.

Hoy por hoy la trampa de la automatización y la robotización la quieren dirigir a recaudar más dinero, pero como son subnormales y ellos también piensan que habrá menos personas trabajando, pretenden hacer «cotizar» a las máquinas. Te lo resumo: Son unos ladrones y quieren robar. Punto. Ellos ya usarán palabras como «cotizar», «justicia social», y «pollas en vinagre»… no, esta última no, pero las demás sí, para jugar a su juego con el único objetivo de que tú sigas estando aquí abajo pagando, y ellos allí arriba recibiendo ese dinero. Todo lo demás son flores para adornarlo.

Fuera miedo.

Bienvenida la robotización y automatización, que ya está bien de dedicar toda una vida a trabajos de mierda que lo único que dignifican es a estos hijos de puta que viven de todos nosotros.

O libres, o nada. No tengáis miedo.

Vender también es defender la dignidad. Lo contrario se llama prostitución.

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