Los pringaos son peligrosos.
Hace muchos años, fui un pringao, un pringao que espero haber exterminado.
Eres un pringao cuando te crees que eres más que lo que eres, y en esa tesitura la puedes cagar hasta limites de generar un agujero negro espontáneo que absorba y se trague toda la humanidad.
Siendo pringao conseguí un empleo. De vendedor.
Aunque no tenga nada que ver con las ventas, poco después de incorporarme había un evento anual de distribuidores de una importantisisima marca de software líder en diseño para arquitectos hace como 23 años. Lo siento, no puedo dar más datos.
No había que hacer nada. Sólo ir. El jefe no podía ir, y no presentar a nadie se veía como poco apropiado, así que fui yo. Un pringao.
«No te preocupes de nada, son unas vacaciones. Conocer gente, comer bien, hotelazo…»
Para allá que me fui.
Me salto lo que comimos, dónde fuimos, lo bien que lo pasamos. Voy al grano.
Estábamos sentados en una mesa varios representantes notables de varias empresas de mayor o menor entidad, y un pringao.
Se produce una ronda de presentaciones.
En un momento se me presenta el señor de al lado: «Fulanito de tal, de 3M».
Y voy yo, y le espeto en toda su cara…
«3M?… Y a qué os dedicáis?»
El universo se congeló por un instante.
El tiempo se detuvo.
Dios se giró a ver quien había sigo el gilipollas… antes de permitir que el universo siguiese su curso y recuperar el entorno su fluidez habitual.
El santo, porque ese hombre de 3M era un santo, mantuvo el tipo y le explicó al pringao que se dedicaban a papelería, adhesivos, consumibles de oficina, componentes químicos.. y «somos los de los post it amarillos»…
– «… Me cago en mi puta vida…»
En ese momento caí.
Repito la frase: En ese momento caí.
Pero muy abajo. Todo lo abajo que se puede caer antes de que te quieran asesinar.
Algunos dejaron de beber. Los que estaban bebiendo mantuvieron la bebida en la boca.
Otros ni respiraban mientras los ojos de todos ellos miraban de un lado a otro, preguntándose más o menos lo mismo:
– «¿Quien coño es este gilipollas?».
Todos muy educados. Encantadores. Considerados, y diplomáticos. No hicieron leña del pringao caído, sino todo lo contrario.
A todos ellos les agradezco que en aquel momento no se hubiesen descojonado hasta la asfixia revolcándose en el suelo entre sus propios orines mientras me señalan con el índice repitiendo a grito pelado «A que os dedicaaaajuajuajuaaa…!!!».
Hubiera sido hasta legítimo. Y merecido.
De aquel viaje recuerdo sólo detalles. Pero no puedo olvidar ni en siete vidas ese puto momento.
¿Podemos sacar algo en claro de eso?.
Por supuesto que sí.
Primero, las veces que me he reído contándolo.
Y segundo, la intensidad con que se graba un recuerdo cuando existe un anclaje emocional.
¿Tú qué crees que diría aquella alma bondadosa de 3M si le preguntamos, 23 años más tarde, si recuerda aquella situación?.
Por supuesto que sí la recuerda. Me juego el dedo pequeño del pie izquierdo.
¿Ese señor, sabes lo que sería hoy en día?. Un perfecto cliente potencial.
Tengo la excusa perfecta para llamarle.
Estoy seguro que se va a acordar de mi.
Tenemos tema para recordar y reírnos, es decir, un vínculo.
Y lo cierto es que si eres capaz de echarte unas risas con un potencial cliente en torno a una vivencia intensa en común, la venta la tienes hecha.
El problema es que no tengo ni idea de quien es.
Bastante tuve con intentar hacerme invisible.
Lo bueno es que después de un momento así, sólo puedes mejorar…
Lo mejor es que no me arrepiento.
Que el destino te ponga en tu lugar de una ostia es necesario de vez en cuando.
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